Cómo al montar un bar se FORJA la amistad con El Padrino


Cómo al montar un bar se FORJA la amistad con El Padrino

Es que no podemos evitar, a punto de abrir otro bar, que nos entre de nuevo la vena nostálgica. Hoy queremos contarte un poquito más de nuestra historia contigo. Si te quedas a leer esta post, conocerás cómo pusimos de moda una pequeña casita junto a la playa de Dénia. También sabrás porqué a Javier Martínez Alberola le llamamos El Padrino, porqué está unido a Llebeig y porqué para nosotros es un mentor respetado y querido.

El segundo Llebeig nos lo alquiló Javier. El lugar en esta foto parece tranquilo pero si viniste, ya sabes, que de eso nada. Las noches de verano de 1994, 95 y 96 fueron una auténtica locura. Nos llena de orgullo recordar cómo se reventó de risas y buen rollo un bar pequeñito en el centro de una enorme explanada. Allí, junto a la carretera de Las Marinas, conseguimos reunir a gente majísima que veraneaba o vivía en las playas de Dénia y de Jávea.

Javier Martínez Alberola: El Padrino

Untitled designVolvamos al principio. Javier tenía una finca de naranjos de sus padres. Se le ocurrió montar allí un bar que llamó Spinelo. Según nos dice, se lo pasó muy bien pero no consiguió rentabilizar ese negocio. Pensó que la restauración no era la suyo. A él lo que le apasionaba eran las ideas creativas de comunicación. Pero bueno, eso es otra historia que quizá un día te contaremos.

Después de traspasar varias veces el barecito, llegó a la conclusión de que ese local no podía tener éxito. Intentaba encontrar a alguien que le cayera mal porque le sabía fatal colocar a una buena persona aquel muerto. Y con esa actitud mental recibió la llamada de unos interesados…

Los pensamientos de los chicos que le llamaron iban en sentido opuesto. Estaban llenos de energía positiva y de la ilusión que produce rozar el éxito a los veinte años. Te situamos:

El verano anterior Ramón y Javi abrieron su primer Llebeig con otro socio: Juan Carlos Martín. Invirtieron, perdieron dinero y se lo cerraron a los cuarenta días. Pese a todo seguían motivados: habían comprobado su poder de convocatoria.

Y así se produjo el encuentro. Javier bajó de su Golf GTI azul marino (el coche que más les molaba) con sus gafas de sol y su melenita rubia. Un pedazo de vacilón que desde el principio les dijo que no, que bajo ningún concepto se lo alquilaba a ellos. Les impactó su seguridad y su negativa. Les pedía mucho dinero y al contado. Todo se lo ponía difícil. Le bautizaron El Padrino

En cada nuevo encuentro crecía su admiración por él. Muy diferente al otro arrendador al que apenas conocían, a Javier lo sentían cercano. Les encantaba escuchar y aprender de sus sinceros consejos. Aunque todo siempre era un “no” (seguramente protector), les trataba con cariño, les cuidaba, en definitiva le veían el plumero. Finalmente cedió y prometió invitar a todos a una comida si ese bar maldito llegaba a dar beneficios. Y tuvieron esa comida… y muchas más, junto a una sincera amistad que mantienen todavía.

A punto de sumar nuestro bar número nueve

Con la misma ilusión que tenían esos amigos entonces, hoy estamos a punto de abrir el bar número nueve. En un próximo post te presentaremos al equipo que dirige este nuevo Llebeig Café. Están preparándote los detalles que nos dices que te gustan. Queremos que consideres también tuyo este nuevo punto de encuentro. Lo tendrás desde marzo en el número 48 de la Alameda de Valencia, frente al Museo de las Ciencias. Nos encantará que vengas y que dejes que te cuidemos. Gracias por acompañarnos estos años, sin ti no soñaríamos con seguir creciendo.

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Acomódate, aquí están tus amigos esperándote de tertulia en el café.

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